lunes, 23 de marzo de 2015

Prosa V: Héroe

El Jueves fue el día del padre.

Y evidentemente no os estoy contando nada nuevo. Lo más seguro es que todos os hayáis puesto en contacto con vuestros respectivos padres, llenando vuestro Facebook con fotos nostálgicas y, los más suertudos, habréis pasado el día con ellos. Yo tuve que conformarme con una felicitación por teléfono, que aunque sabe a poco, es mejor que nada. Desgraciadamente, al teletransporte aún le quedan unos años de perfeccionamiento y, a veces, 600 kilómetros dan sentido a la palabra lejos. 

No me malinterpretéis, generalmente escribo para todo el mundo, casi siempre pensamientos muy íntimos que tengo la necesidad de plasmar por escrito, pero hoy no es para ti, hoy, y sólo por hoy, quiero que sea para él, para mi padre. Y no porque sea Lunes, o Martes, o un Jueves maldito de madrugada, simplemente porque es él y eso a mí me basta.

Si me hubieran preguntado de pequeña qué palabra describiría mejor a mi padre, hubiera dicho invencible. Un hombre que era mago, que hacía hablar a objetos inanimados, que escalaba montañas, que me enseñaba lo que era un Delorean volador y un robot que se llamaba T-1000. Tardes en la piscina, en bicicleta, en piragua, con los brazos en el aire y gritando al cielo. Risas, risas y venga a reír, aunque de vez en cuando esto iba acompañado de lloros, algunos justificados, aunque nunca lo entendiera. Un hombre que parecía que medía cuatro metros y era el más fuerte del mundo, nadie ni nada podía con él, y si alguien se atrevía a retarle, antes tendría que vérselas conmigo. Eso sentía yo y eso era él para mi.

Ahora, aunque la pregunta no ha cambiado, la respuesta si lo ha hecho. No creo que mi padre sea invencible, de hecho, es un concepto que ya no me gusta, implica facilidad en contraposición a lo compleja que es la vida. Mi padre es muy vencible. Como tú, como yo, y como cualquier hijo de vecino. Eso me permite dejar de idealizarlo y ver lo inteligente que es. Un hombre que tiene mil proyectos y aunque tarde en terminarlos, se motiva cada día para continuar más y más. Alguien que es un ejemplo, que me ha dado los mejores - y alguna vez peores - consejos para sobrevivir. No necesito que mida ya cuatro metros, aún me saca diez centímetros, y me sigue haciendo reír como cuando tenía diez años. Cada año que pasa comprendo más todo lo que hace por mi y cada año, me siento más pequeña sin saber muy bien cómo agradecérselo. Y esta es una de esas ocasiones que siento que las palabras se quedan cortas, dejando paso al dulce silencio que lo dice todo entre nosotros dos. Ya son muchos años y nos entendemos perfectamente. 

Gracias, papá. Sé que eres muy poco dado a discursos abiertos de amor y afecto, pero hoy me he levantado con ganas de decirte lo mucho que te quiero. Y qué le vamos a hacer, menuda hija más ñoña te ha salido. 


P.D. Sé que esperabais una fotografía de mi padre, o una junto a él, pero para guardar un poco su privacidad (que luego se me quejaría) y para avergonzarme yo más, dejo esta, que es uno de los días de infancia que más recuerdo a su lado y de lo bien que lo pasamos juntos. Y sí, ese chandal se quemó, no os preocupéis. 

Alba

No hay comentarios:

Publicar un comentario