lunes, 23 de febrero de 2015

Vestido III: La elegancia en tela

Un vestido es la elegancia en tela.

Son las ocho de la tarde y camino por la calle. No sé muy bien que me puede deparar eso, ya que no tengo ningún plan, pero la simple sensación de la nada, me abruma y me dejo llevar por ella. Hoy soy Marilyn, preciosa e ingenua, con tacones y mi vestido blanco, que parece que se lo lleva el viento o el metro, según se mire. Pero yo me río mientras me sacan una o mil fotos y no me importa nada más que el ahora. 

Continúo bajo la sombra de la noche, coqueta y tímida, y ahora soy Audrey desayunando con diamantes, aunque ya es de noche, así que sustituyo los bollos y el café, por pizza y tequila y, a pesar del sueño que oculto bajo mis gafas, la calle se abre ante mí llena de posibilidades. Me veo reflejada en un cristal y ahora estoy dentro de un bar cantando con un largo vestido azul, tengo el pelo más rojo y Peter Parker me está observando con deseo. Y aunque Parker no me entusiasma, me dejo llevar por la magnitud del bar y la gente embriagada, así que canto más fuerte y todos corean la canción conmigo. A mi derecha, una aristócrata bosteza y deseo con todas mis fuerzas no convertirme en María Antonieta, porque aunque tiene un atuendo magnífico, me despierta desidia y un total aburrimiento, así que escapo del bar y decido no mirar atrás. Aún es pronto, aunque para el mundo real ya sea tarde. 

Después, cuando llega la madrugada, Johnny Cash me descubre en mitad de un camerino, del cual aún no tengo idea de cómo he llegado allí; y me convence para cantar con él. Y de repente soy Reese Witherspoon, con vestido country y micrófono en mano, y junto a Cash levantamos un teatro entero al ritmo de canciones de amor tristes. El resto de la noche se la entrego a las fugaces fiestas de Orgullo y Prejuicio, junto a vestidos pomposos y recargados, donde un corsé no es un puede sino un debe, y yo me dejo llevar por la banalidad inglesa. 

Ya de vuelta en casa, cansada, ebria y silenciosa, me tumbo en la cama siendo Gilda, pero me despierto siendo yo

 
VestidoSheinside

Cinturón: Sheinside


P.D. Hoy es un Lunes de ponerte tus mejores galas y salir a beberte el día. Total, mañana es Martes, y nadie espera grandes cosas de un Martes. 

Alba

lunes, 16 de febrero de 2015

Prosa III: Caprichos

¿Sabes qué es un capricho?

Eres tú, pero sin poner excusas. El tú que se levanta y no quiere ir a trabajar. El tú que no sólo no teme las consecuencias, sino que no las entiende. El tú que hace lo que quiere y no le importa nada ni nadie. El tú al que no le preocupa el cuándo ni el por qué, sino el qué y el cómo. Eres tú lanzándote de un avión sin paracaídas, tú tragándote un bote de tabasco en hidalgo, tú estornudando con los ojos abiertos. Tú. 

Mi fascinación por los caprichos se remonta al descubrimiento de que siempre van precedidos de una excusa, como si no fuera suficiente que nos apeteciese, como si trataras de explicarle al mundo el por qué de tus acciones y, lo más importante, como si al mundo le importara lo más mínimo. Un día es un día, sea hoy Viernes, Lunes o Sábado, y me da a mí que tengo un antojo, aunque, por favor, no me mires así, que esto no lo hago yo muy a menudo. Ya sabes, un día es un día.

Un capricho eres tú en tu máxima expresión. Imperfecto, arrogante, necesitado. Quiero y no puedo, pero lo vuelvo a querer y ardo en deseo de tenerlo. Pero me controlo, porque no todos los días pueden ser ese día, así que me esperaré hasta el Viernes, o el Lunes o el Sábado y pondré una excusa que me cubrirá de esa necesidad de explicarlo al mundo. Y vuelta a empezar hasta el siguiente capricho.

Pero, ¿sabes qué? Hoy no es Viernes, ni Sábado, pero sí que es Lunes, y a mí no me tienes que poner excusas. Porque yo soy como tú, imperfecta, arrogante y necesitada. Así que hoy, y sólo porque un día es un día, me apetece que te apetezca tener caprichos. Comer hasta hartarte, pegarte un atracón de tus películas favoritas, vestirse sin destacar o destacar vistiendo, subirte al edificio más alto de la ciudad y gritar con los pulmones abiertos o, tan sólo, no hacer nada y ser feliz haciéndolo.

Un capricho eres tú, pero sin poner excusas. 

Éste es mi capricho de hoy, pero no el de mañana. Aunque hoy es hoy y un día es un día


P.D. Hoy es corto, pero intenso. Porque no todos los Lunes tienen que ser de obligaciones y largos textos. Hoy me apetecía ser directa. 

Alba

lunes, 9 de febrero de 2015

Vestido II: Freaks and Geeks

-Yo no soy freak, ni geek. Ni nada por el estilo.

Respondió Sheldon Cooper alzando el puño al aire. Darth Vader se le unió levantándolo también, aunque tuvo que sentarse al rato porque empezó a toser estrepitosamente. Pinky y Cerebro los miraban al otro lado de la sala, con altanería, criticándolos y tratando de encontrar la mejor forma de apoderarse del mundo esa noche. A su lado, abstraídos, estaban Abed y Troy sentados en el sofá estudiando español y entonando un rap sobre bibliotecas, famosos y a saber qué chorradas más. El Profesor X le pide silencio a Sheldon porque está a punto de hacer jaque mate a Magneto, que justo cuando el otro se ha girado para replicar, ha cambiado sus piezas para tornar la jugada a su favor. Hulk se encuentra tímido en una esquina mientras escucha los estrambóticos consejos del Doctor Jekyll, que le ofrece un antídoto para mejorar su vida. Los chicos de Silicon Valley están deseando interactuar con el resto, pero es que resulta que nadie les presta atención, así que se han quedado junto a la entrada, de pie, esperando su momento de gloria. Raj trata de consolarlos, aunque en presencia de la Mujer Maravilla y Pícara, no es capaz de pronunciar palabra.

Y de repente, irrumpe en la habitación Peter Dinklage, vestido de él mismo, haciendo callar a todos los demás de asombro y admiración, y justo cuando los demás van a correr hacia él para pedirle un autógrafo, se cuela delante suya Jake, de Hora de aventuras, poblando la habitación de unos colores tan vivos que los demás personajes se quedan quietos y mudos, sin saber muy bien qué hacer ante tal espectáculo. 



VestidoSheinside

BotasH & M 


P.D. Hoy es un Lunes de volverse loco. De ser un freak o un geek, o lo que más se te antoje. Invéntate un Lunes a tu medida.  

Alba



lunes, 2 de febrero de 2015

Prosa II: Quiero una vida en plano secuencia

Quiero una vida en plano secuencia. 

Abro los ojos y ahí está. Otto bajo mi cama. Y esa seguridad de tenerlo cerca me reconforta, aunque sé que ha pasado la noche en vela queriendo explicarme cosas. Me despierto y estoy tranquila, porque recuerdo haber soñado toda la noche con la puerta de Tannhäuser y un hombre me dijo que no debía temer a la vida. Tras ese instante, me levanto, perezosa y tímida, y pongo en orden mi vida tras la metódica de Melvin. Mi vecino artista me saluda y estoy de tan buen humor que puede que acabe echándole un piropo o dos a Carol desayunando en el restaurante. Pasa el día y bailo entre lobos y fantasmas al ritmo de blues, rock o con el mismo Hans Zimmer, que sin decirle yo nada, se ha instalado en el rincón favorito de mi habitación. Y aunque no me entusiasma del todo, en el fondo, qué más dará. 

Casi sin darme cuenta, atardece, que no es poco, y ahí están esperándome Celine y Jesse con esa soltura propia de las buenas relaciones surgidas a través de las décadas. Y yo les escucho, embelesada por su eterna juventud y algo celosa por no saber encontrar enigmáticos desconocidos en trenes. Pero qué se le va a hacer, no todos somos buenos para las mismas cosas y me resigno ante ese idea que durante un tiempo me quitó el sueño. De pronto, y a mitad de su historia, escucho un golpe con efecto y observo en silencio a un atractivo Bennett Miller en medio de una fría sala de gimnasio, oteando el aire y celebrando el milagro de las matemáticas frente al deporte. No puedo evitar que se me escapen un par de lágrimas de emoción y salto con todas mis fuerzas con los brazos en el aire, sin que nadie me oiga. Casi agotada, pero sabiendo que aún queda día, me siento en el alféizar de una ventana junto a Bob y Charlotte. Ella se lamenta por haber perdido su peluca rosa, pero lo que no sabe es que yo la tengo guardada en la casa de Misery. Aunque de eso ya hace semanas y ahora tengo miedo de volver a buscarla. 

La noche es de Marty McFly en el baile, y su madre me pregunta cómo debe conquistarle, y yo, sarcástica y enamorada, le respondo con mi silencio, explicándole que no sólo no tiene oportunidad alguna, sino que yo no dejaría que ocurriese. Y que sé yo, de repente, son las dos o las tres. Nadie parece saberlo y las manecillas dan vueltas a un ritmo sorprendente, mientras un sospechoso conejo huye a lo lejos. No lo sé, a lo mejor tras la fiesta, me dejo llevar por Will Hunting y sus amigos, bebiendo hasta las tantas en un bar, recitando filósofos muertos y contando los chistes más verdes que conocemos. O puede que Woody Allen quiera enseñarme Manhattan esta noche, quién sabe, puede que tenga suerte.

Y de vuelta en mi cama, y vuelvo a estar debajo de ella con Otto, pero le digo que estoy cansada y que prefiero acostarme, que trate de ser valiente y me espere hasta mañana y, sobre todo, que no se preocupe, porque yo volaría en avioneta para encontrarle. Y sin esperar respuesta, me duermo otra vez a la espera de no se sabe muy bien el qué. 

Serpenteando la luz y oteando el horizonte


P.D. Sabed que los Lunes tienden a ser de Los amantes del círculo polar. Quién sabe, a lo mejor os los llegáis a encontrar en avioneta.

Alba